jueves, 23 de junio de 2016

Rojo, 'podemita'



Aunque todavía no del todo, sin duda es a mí a quien mejor conozco, por tanto sobre mi experiencia basaré este comentario, si bien sospecho que muchos se podrán identificar con él.

Últimamente, en distintas discusiones políticas, ciertos amigos y familiares me han tildado (por no decir acusado) de rojo y de ‘podemita’. Es perfectamente comprensible, así lo asumo y así lo reconozco, pero creo que es interesante una justificación que profundice en ello, siquiera superficialmente, dada la habitual tendencia a simplificar estas cuestiones, que suelen quedar relegadas a posturas opuestas e irreconciliables.

Y no puedo aceptar esto. Creo que el choque que propicia nuestra distancia es perfectamente superable. Estoy convencido de que hay muchas más proximidades de las que imaginamos. El problema es que estamos ‘partidizados’. Desde hace décadas los dos partidos mayoritarios se han atribuido una serie de principios que la ciudadanía, a su vez, se ha asimilado en función de las tendencias -conservadoras o progresistas- de cada cual. De esta manera, mientras los conservadores se asocian al Partido Popular, los progresistas lo hacen al PSOE, y una izquierda más radical se vincularía a Izquierda Unida.

El problema surge cuando los partidos empiezan a traicionar esos postulados que los caracterizaban al realizar prácticas que contradecían su ideología, quedando, sin embargo, en los votantes la impresión de que los socialistas seguían siendo de izquierdas y los populares decentes defensores de las tradiciones y costumbres moralistas. Todos se habían corrompido, pero en el sentir común seguían representando lo mismo que al inicio: el PSOE la izquierda y el PP la derecha. Simple.

Por eso, la ubicación ideológica que un neoliberal le adjudica hoy al PSOE es, erróneamente, en la izquierda, cuando en realidad más bien se sitúa en una posición de centro liberal socialista (es decir, capitalistas, pero manteniendo resquicios de carácter social). He aquí la base de una confrontación típica en las discusiones a este respecto: qué es y dónde se sitúa la izquierda.

La verdadera izquierda hace mucho que dejó de estar representada por el PSOE (¿alguna vez lo estuvo realmente, más allá de cuestiones puramente sociales, no económicas?). El PP, sin embargo, representa con toda fidelidad la ideología de la derecha (porque la derecha carece de verdadera ideología), pues se ocupa en generar diferencias de clase, favoreciendo monopolios empresariales y oligarquías de poder que se nutren del trabajo de toda la clase media y baja, muchos de los cuales, incluso, los sustentan electoralmente.

Por todo esto -entre otros muchos y diversos factores- la simplificación de las ideologías que ha alimentado el bipartidismo, adjudicando papeles opuestos a la derecha y a la izquierda -cuando en realidad han practicado esencialmente las mismas políticas-, generando una confrontación sistemática entre partidarios de uno y otro hace que las conversaciones cotidianas partan de posiciones y supuestos muy dispares. Si resolvemos y aclaramos esto el avance hacia el entendimiento será menos dificultoso.

Por todo esto, pues, muchos socialistas (que equivocadamente se creen de izquierdas) temerán que Podemos traiga el comunismo represivo y estalinista que va a instaurar gulags en tierras ibéricas, cuando, si uno atendiera a lo que defiende su programa, con independencia de su procedencia (es decir, anulando el prejuicio que para muchos supone que provenga de Podemos), verá que es innegable que, tanto el diagnóstico como las recetas propuestas son deseables y factibles, aunque no exentas de complicaciones y dificultades, que sin duda se minimizarían con la implicación positiva de todos.

Uno de los mantras repetidos hasta el éxtasis por los poderes políticos y económicos insiste en la imperiosa necesidad de fomentar un empleo que, aunque no sirva para sacar de la pobreza al trabajador sobreexplotado, ayude siquiera a que no se hunda en la miseria. Pero esto no ocurre. ¿Acaso no venimos comprobando, desde hace ya algunos lustros, que la inyección de dinero a los grandes capitales nunca llega a la clase trabajadora, sino que es acaparada por las élites financieras? ¿Alguien puede negar semejante evidencia, presente y patente desde hace tanto tiempo?

Comprendo que para muchos, el hecho de tener un empleo represente la solución, y en la práctica así debería ser; sin embargo la realidad es otra. ¿Qué falla? Yo creo que a pocos se les escapa: los gobernantes, los bancos, los empresarios acaparadores de la riqueza productiva.

Raúl Salazar da en el clavo
Comprendo que muchos tengan metido el miedo en el cuerpo y teman que Podemos resucite a Lenin, a Stalin y al Chávez para, junto a Pablo Iglesias, cabalgar a través de los cielos cual jinetes del Apocalipsis. Lo comprendo porque el miedo es la reacción natural a toda perspectiva de cambio brusco, aunque considero que estos temores irracionales ofenden, primero a quien los fomenta, por malvado; y al fin a quien los cree, por insensato.

Además, ¿no nos encontramos ya en el infierno temido, ese en el que vivimos por culpa de PP y PSOE?; luego, en el supuesto fabuloso de que el señor Iglesias fuera el hijo de Satán y realmente su misión fuera exterminar el estado del bienestar, existen mecanismos constitucionales, democráticos y, sobre todo, una fuerte convicción social que imposibilitaría cualquier atisbo de absolutismo, del mismo modo que no consentimos que progresara el fallido golpe de estado de Tejero a principios de los 80. Todos los cambios políticos y sociales son consecuencia de la ley natural del progreso, y vienen propiciados por la madurez intelectual de una sociedad que, una vez asumida la caducidad del sistema instalado, decide eliminarlo y sustituirlo por uno mejor (o, siquiera, menos malo), de lo que se deduce que el cambio es inevitable.

Por favor, que se imponga la sensatez y no se fomente el miedo absurdo, traído por los desesperados, acorralados y conscientes de estar a punto de perder sus posiciones de privilegio. Tener que rebatir a quienes se horrorizan ante la expectativa apocalíptica que pueda representar Podemos delata el mínimo nivel intelectual de cierto sector de la ciudadanía.

Me acusan de criticar a PP, PSOE, IU, incluso Ciudadanos, pero no a Podemos. Los tres primeros tienen un bagaje que los acusa, yo me limito a ser consciente de ello, así que lo observo y los condeno por lo que sus obras constatan. De Ciudadanos no tengo tantos elementos de juicio, pero ya a priori representan a la derecha, al neoliberalismo y abogan –más o menos subrepticiamente- por la diferencia de clases que deriva de aquél. No han gobernado, pero si lo hicieran realizarían las mismas políticas del PP y el PSOE en materia económica, lo cual es un despropósito para la mayoría poblacional, pues redunda en las políticas elitistas y de discriminación social que nos han traído hasta aquí. Podemos, hoy por hoy, es el único partido capaz de realizar un cambio real, moderado y dirigido a esa clase mayoritaria, no sin esfuerzos, no sin trampas, no sin decepciones por el camino.

Me llaman rojo y ‘podemita’, pero no soy ningún morado incondicional. No soy persona de carnet de partido. Esto no es fútbol, no me debo a ningún equipo. Hoy considero a Podemos la mejor opción; en el futuro ya veremos, me guiaré por sus obras. De hecho, estoy convencido de que, en unos años, Podemos se convertirá en algo inservible que deberemos sustituir, como viene sucediendo históricamente con todos los sistemas establecidos. Es ley de vida.

Éste es, grosso modo, el ciclo político y social que se viene dando desde que la Humanidad tiene memoria: implantación de un sistema, aplicación de mejoras sociales, acomodación y relajación en las funciones ejercidas, corrupción abusiva y derrocamiento por hartazgo social para dar paso a la instauración de un nuevo sistema, mejor que el anterior.

Hoy, Podemos es el instrumento más útil para salir del fango del bipartidismo y explorar otros senderos, sin duda mejores. Desterremos el miedo y acojamos la ilusión por edificar y construir una sociedad más justa. El cambio que ha de llegar inevitablemente. ¡Joder, es ley de vida!

1 comentario:

  1. Muy bien dicho, se puede decir más alto, pero no más claro!!! Y el miedo es una opción... Un saludo!!!

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