jueves, 2 de junio de 2016

El discurso destructivo (II). Ciclos naturales.



Decíamos que el hartazgo social es la herramienta de que se vale la Naturaleza para depurarse, apartando de sí lo perjudicial y sustituyéndolo por aires renovados. También hemos afirmado que históricamente esos nuevos vientos han sucumbido a la ambición y acabado por corromperse. El hombre, al fin, no aspira, aún, a aplicar soluciones positivas, sino meras tiritas que mitiguen sus cortes y arañazos.

El bipartidismo surgido de la Transición fue, en su momento histórico, un parche que apenas valió para ‘maltapar’ una herida profunda que tenía desangrado al país, como fue la dictadura franquista (como ocurre con cualquier dictadura). De modo que no seré yo quien reproche a los que aliviaron al país de semejante drama. Se hizo lo que estaba al alcance de sus posibilidades, lo cual es digno de aplauso.

Pienso que, en el fondo, la humanidad apenas ha desarrollado una conciencia fraternal lo suficientemente adulta como para poder aplicar las deseadas soluciones positivas. Así, quedamos restringidos a lamernos las heridas aplicando métodos que acabarán por pudrirse y reabrirlas.

Viñeta de El Roto, siempre mordaz y elegante.
Sin embargo, a los que dicen que esta es la definición de un círculo vicioso que nos devuelve al punto de partida una y otra vez he de replicarles que, si lo visualizamos, veremos que la vuelta al punto inicial del círculo nunca se da en el mismo lugar de partida, sino en otro más avanzado. No sé si seré capaz de explicar aquí, sin capacidad gráfica, esta teoría: los ciclos de corrupción–hartazgo–regeneración-corrupción se mueven como la Tierra, que simultáneamente gira sobre sí misma sin cesar en su avance orbital alrededor del Sol. Un ciclo político-social empieza en un punto intelectual y moral determinado, pero cuando se cierra ese ciclo, el comienzo del siguiente se hace desde otro lugar diferente, sin duda más adelantado intelectual y moralmente que el anterior.

El bipartidismo, pues, fue útil en un momento dado, pero acabó por pudrirse y desangrar al país. Eso supone el fin de su ciclo. Hoy ha emergido Podemos como regenerador de ese sistema. Respecto a la España del 78 hemos avanzado en derechos y libertades, de modo que hoy iniciamos este nuevo ciclo desde una posición más elevada.

Pero seamos conscientes que Podemos no es, en modo alguno, la solución definitiva (ésta, mucho más profunda, pasa por una educación integral en valores cívicos, éticos y solidarios para toda la población), sino un mera y dolorosa cauterización ante la amputación salvaje de la que somos víctimas (y sólo en parte, pero también, responsables).

Podemos representa el golpe de gracia a un sistema desquiciado, abriendo un nuevo camino a explorar, tal como hace 40 años se dio con el establecimiento de una amplia libertad política propiciada por la Transición, algo que hoy, cómo no, aceptamos como algo incuestionable.

Dejamos para la siguiente entrada la última entrega de esta trilogía sobre el discurso destructivo.

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