viernes, 1 de julio de 2016

La ética del votante del PP



El 30 de junio el candidato por Podemos Julio Rodríguez publicó un tweet en el que acusaba a la mitad de los electores que acudieron a las urnas el pasado 26J de no creer en la ética, generando una gran polémica. Inmediatamente fue replicado por decenas de mensajes que cuestionaban al General, negándole toda autoridad moral.
Es un claro ejemplo de la superficialidad y ‘hooliganismo’ con que abordamos todo lo relacionado con la política. En cuanto alguien de tal o cual partido dice lo que sea, es sistemáticamente bombardeado por una oposición ávida de una confrontación puramente competitiva. Parece que nadie es capaz de someter a un análisis ‘de mínimos’ lo que ha sido planteado. Esto precisamente es lo que me propongo en este breve comentario.
Julio Rodríguez ha puesto en duda, abiertamente, la validez moral del voto a un Partido Popular escandalosamente corrupto y retrógrado, tanto que -como he podido constatar en mi ámbito laboral, familiar y social- muchos de los que decidieron votarles, lejos de celebrar los resultados obtenidos, callan y evitan participar en discusiones que los delaten: se avergüenzan.
Pero, ¿es legítimo insinuar que carecen de ética o que no creen en ella? Rotundamente no. Todos, absolutamente, nos movemos en base a consideraciones éticas universales (no matarás), pero también personales. La percepción de cada individuo va en función de su educación, ambiente, influencias recibidas, su capacidad crítica o sumisa y mil circunstancias más que contribuyen a configurar una opinión enteramente propia.
Los votantes de PP no carecen de capacidad ética; toman sus decisiones exactamente igual que los que hemos votado a Podemos. La diferencia reside en la credibilidad que unos y otros damos a la información disponible.
Julio Rodríguez. Imagen extraída de elventano.es
Clarificando lo que intento explicar: los que han dado su apoyo al PP no lo han hecho deseando que nos sigan robando, mas esperan que el partido se regenere y gobiernen con honradez. El problema -siempre bajo su prisma- es que se ven ante la tesitura de elegir entre un mal conocido y la perspectiva de otro mayor. Son perfectamente conscientes de que el partido de Rajoy es más que reprobable, pero ven en Podemos una amenaza aún mayor, fruto de la campaña del miedo de que esta formación ha sido víctima, pero no tienen extirpada la virtud ética.
Consideran que con Podemos peligra la economía, la propiedad privada, la unión nacional, el futuro y el presente de las pensiones, y que nos van a arrastrar, vía Comunismo, a la apocalíptica situación de países como Grecia o Venezuela. Todas estas razones son discutibles (yo diría que manifiestamente falsas), pero lo cierto es que las creen, así que, en honor a su ética, consideran más beneficioso renovar a un partido corrupto y absolutista (lo malo conocido) que optar por el peligro mayor que representa lo desconocido (lo bueno por conocer).
No podemos negarles su capacidad ética. Son discutibles, eso sí, los elementos de juicio que los han movido a optar por lo malo conocido, inducidos –por no decir abducidos- por ese miedo a lo bueno por conocer, pero jamás han renegado de la ética. Seguramente se les pueda calificar de ingenuos, crédulos o temerosos, pero reconozcamos que la ética no es un atributo perdido.
Considero que todos los puntos de vista, todas las posiciones, todas las barricadas, exponen puntos erróneos y acertados. Conviene –y mucho- que maduremos, que seamos capaces de confrontar opiniones, y no posiciones; ideologías, y no partidismos. Si aspiramos a construir un país mejor precisamos elevar el nivel de discusión, rescatándolo de las garras de la irracional competitividad entre partidos fuertemente implantada para situarlo en el terreno de los planteamientos puramente políticos, ideológicos y filosóficos, despojándonos de ese ‘hooliganismo’ imperante.
Sólo podremos avanzar considerablemente desde una bienintencionada y constructiva actitud que aporte y, a la vez, incorpore aportaciones externas, todo dirigido al bien común.