lunes, 27 de junio de 2016

Que gobierne el PP



Seguramente lo que voy a proponer descolocará a muchos progresistas que, como yo, hemos votado a Podemos con la mayor ilusión y nos hemos dado el gran batacazo al comprobar que la derecha nuevamente se masifica para imponer su ley unidireccional y embrutecida, basada en la sinrazón de sostener al partido más corrupto de nuestra democracia.

Muchos adjetivos podría utilizar: desaliento, decepción, enojo, tristeza, desesperanza, hastío... Pero también: ilusión, optimismo, esperanza, mesura, observación y análisis, etc.

¿Qué narices ha pasado para que este PP, profundamente sumergido en la podredumbre más ignominiosa, haya recuperado cientos de miles de votos? Ha pasado de todo, y por desgracia no es sino a toro pasado cuando uno atisba algún que otro porqué. Para empezar, el PP está solo y repudiado por todos. Esto es un arma de doble filo, pues si el bloque opositor no acaba de convencer terminará reforzando a su rival a fuerza de convertirlo, a ojos del electorado, en víctima.

Por otro lado, C’s y PSOE no han sido capaces, ni juntos ni por separado, de definirse lo suficiente como para atraer votos no arraigados. Así, a C’s, sin apenas fieles debido al escaso recorrido de su propuesta a nivel nacional, y sobre todo a una apertura complaciente y tan difusa que carece de credibilidad, le ha sido imposible mantener sus resultados, retornando muchos de sus votos de diciembre a un PP que volvió a rentar su táctica del voto útil frente al supuesto desperdicio de votos dispersos. PSOE, bajo la égida de un Pedro Sánchez extremadamente mediocre, ha basado su campaña entre el victimismo y los ataques indiscriminados a Podemos. Esta fórmula no sirve para atraer votantes indecisos, sino, a lo sumo, para no perder demasiados de los fidelizados. De ahí que sólo retenga puntos de parte de sus incondicionales y acérrimos.

Podemos representa el futuro, pero tiene muchísimo trabajo por hacer y todo por demostrar. Me explico. Los morados emergen del hartazgo de gran parte de una sociedad hasta el gorro de ser manejada al antojo de un hatajo de sinvergüenzas. La suma de todos esos indignados por convicción y en base a una ideología -generalmente- de izquierdas representamos los cinco millones de votos progresistas que este país da de sí. Por eso el auge de Podemos ha alcanzado el 26 de junio la máxima cota de apoyo social basado en la ideología. El resto del electorado, en cambio, debe captarlo a base de trabajo, méritos y hechos. Ningún lugar mejor para ello que la oposición.

Imagen extraída de Público.es
La mayoría de personas no tienen una ideología definida, bastándose con meras tendencias de corte progresista o conservador de mayor o menor hondura. A toda esta masa de gente no se la capta con idealismos que, por más deseables que sean, considera utópicos e irrealizables. A toda esta masa de gente se la conquista con obras, y han de ser las obras las que desmientan el discurso del miedo vertido sobre Podemos de parte de los intereses institucionales instaurados en un sistema absolutamente denigrado.

Esas obras llegarán ejerciendo una oposición férrea y lúcida, junto a PSOE, pero también junto a C’s. Lo malo de las utopías es que siempre se estrellan contra la realidad, y si jamás debemos dejar de tenerlas fijadas en el horizonte, es menester postergar su cumplimiento total en beneficio de pequeñas victorias que dirijan a la sociedad a un estado mejor cada día. No se trata de renunciar a nuestros principios, sino de optar por alcanzarlos de manera sosegada, mediante logros parciales y continuos, respetando el paso tranquilo de un país decidicamente conservador.

Por eso soy partidario de dejar que sea el PP quien forme gobierno en minoría. También se puede gobernar desde la oposición, empujando para implantar políticas progresistas. El consuelo es que esta legislatura el PP gobernaría bajo una vigilancia tan estrecha que se verá obligado a ceder en muchas de sus políticas, sometidos a una mayoritaria oposición.

No creo que sea conveniente otra cosa, porque muchos ciudadanos consideran que la fuerza más votada es la más legitimada para presidir el Gobierno, y si lo obviamos ganaremos contradictores. Yo también preferiría un panorama que favoreciera un gobierno PSOE-Unidos Podemos, pero las circunstancias mandan, y si se siguen apretando las tuercas a los electores acabarán por repudiar a todos sus representantes.

Además, esta legislatura va a ser especialmente compleja y bronca, en gran medida debido a la presión de la UE en materia de cumplimiento de déficit, pero también por la preocupante falta de entendimiento entre fuerzas políticas, una vez derrocado el bipartidismo. Al ser el partido de Gobierno el que sufra ese ingente desgaste se hace preferible para los intereses de Podemos hacer méritos desde la oposición y aguardar a unas próximas elecciones que, muy probablemente, se adelanten a 2019.

Los progresistas, que comprendemos el atraso global que reina en el mundo entero, que somos conscientes que España es uno de los países menos adelantados de Occidente, no nos podemos permitir ignorar el ritmo de la mayoría, que también se dirige al mismo punto y en la misma dirección que marchamos, sólo que más pausadamente. Comparemos a esa sociedad que necesita tiempo para aceptar y comprender los cambios que se avecinan con un hermano pequeño: sabemos que alcanzar la adultez no viene de un día para otro, pues requiere un proceso de aprendizaje gradual y progresivo que devendrá en el fin natural y deseado. Imaginemos que forzamos a nuestro hermano pretendiendo que actúe como un adulto de 40 años, cuando sólo tiene 13. Sería contraproducente. Traslademos esto a nuestra sociedad, y entenderemos que el conservadurismo, así como la indefinición o la carencia voluntaria de criterio no debe ser forzada, sino educada con el fin de que comprenda y crezca.

Sueno paternalista; no me gusta dar esa impresión. Sueno conformista, y me niego a admitirlo. Creo humildemente que planteo una visión realista y sensata del país el día después de las Elecciones Generales del 26J de 2016, en las que Podemos y todo el progresismo no corporativo ha sufrido un durísimo sorpasso por parte del PP.

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