Sin que sirva de precedente, hoy
quiero reflexionar brevemente sobre una cuestión de pura actualidad: la
polémica generada a cuenta de la prohibición de acceder con banderas ‘esteladas’
a la final de la Copa del Rey del próximo domingo 22 de mayo entre el Sevilla y el F. C.
Barcelona.
Es realmente triste que los poderes
políticos (apoyados por los judiciales y sobre todo por determinados medios de
comunicación) alimenten de manera tan grotesca, torpe y evidente una
confrontación de tal calado, peligrosa por la incitación al odio que fomenta.
Se supone que la política sirve
para conciliar, para enriquecer lo común en base a las diferencias que
nos caracterizan. En cambio, observamos la intencionalidad macabra de ciertos
sectores políticos, institucionalizados y enquistados en la sociedad cual cáncer dañino (aunque no terminal), que
sin pudor se dedican a resaltar odios en virtud a una falsa equidad y a un
patriotismo rancio y de pacotilla.
Quien sea mínimamente capaz y se
plantee la cuestión desde una posición ajena al conflicto generado no tendrá
dificultad en descubrir que los citados poderes políticos instaurados necesitan
fomentarlo para subsistir.
Tanto el Partido Popular (y en
menor medida también al PSOE) como Convergència Democrática de Catalunya son los
pescadores a quienes interesa que el río ande revuelto. De esta manera
consiguen, de forma inmediata, dos objetivos: 1º, se anula a la ciudadanía al quedar enfrascada en
una confrontación de fuerte calado emocional, como es el que atañe a los
nacionalismos, relegando así temas de verdadera importancia social; 2º,
polarizando en tal medida los extremos de uno y otro bando ambos partidos
simplifican hasta el absurdo sus planteamientos políticos: PP como españoles
anti nacionalistas, CDC como catalanistas anti españoles; y todo ello sin más argumentos que las vísceras.
Pero, si bien señalábamos lo triste del hecho que existan políticos que se nutran de la confrontación para su mera subsistencia, lo que
resulta más lamentable es que la masa social entre al trapo. Creo que muy pocos serán
tan ingenuos como para mantener su confianza en los partidos
institucionalizados que nos vienen engañando y robando desde hace décadas y a
todos los niveles: internacional, estatal, comunitario, provincial y local.
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Genial viñeta de |
Puedo llegar a entender el recelo a
nuevas formaciones políticas (Podemos, EQUO, Compromís, las distintas mareas,
etc.): la reticencia inicial a los cambios es condición humana, y en esto los medios de
comunicación están contribuyendo grandemente con una ‘campaña del miedo’
abominable. Sin embargo, si fuéramos serios pondríamos en cuarentena todo lo
que proviniera tanto de PP, como de PSOE, de CDC, PNV, IU, Coalición Canaria y el
resto de partidos, así como los medios que -no nos engañemos- forman parte de
un entramado financiero que teme perder sus posiciones privilegiadas a raíz de la
emergencia de nuevos aires y una conciencia social mucho más exigente.
Puedo entender, insisto, que la
sociedad tenga miedo a un cambio político brusco (por más que sea
extremadamente urgente desalojar de ladrones y sinvergüenzas las
instituciones), pero no puedo dejar de llevarme las manos a la cabeza cuando
caemos en trampas tan burdas como la de las ‘esteladas’.
Es indigno que se vierta a la
sociedad la basura del enfrentamiento, pero es desolador ver cómo esa sociedad, al morder el anzuelo,
se despedaza entre sí. ¿No tenemos constatación, o al
menos intuición, de que la casta política dominante se ha alzado a posiciones de control
y poder para manejarnos y esquilmarnos? No tienen más ideología ni más patria
que el dinero a costa de todo y de todos. Es vergonzoso que sigamos creyéndolos.
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Ricardo nos regala esta elocuente viñeta |
No tienen reparos en utilizar el
terrorismo, los nacionalismos o cualquier otro asunto, por dramático que haya sido,
para enfrentarnos y evitar así que nos unamos frente a ellos, frenta al verdadero
enemigo. Aplican a la perfección y sin escrúpulos aquella máxima: ‘divide y
vencerás’. Y no lo vemos; o si lo vemos, el miedo que nos inculcan respecto a
Podemos, Venezuela e Irán nos paraliza. No queremos apearnos de un estilo de
vida más o menos acomodado por temor a que lo que pueda llegar, cuando obviamos
(supongo que inconscientemente) que ya vivimos en la precariedad más indecente,
en la que nos han instalado los poderes políticos y económicos que imperan.
No es la ‘estelada’ un problema
real que ataque a la soberanía de España ni de Catalunya. De hecho no es más que una
reivindicación (legítima en todo caso) que ha crecido exponencialmente en la medida
en que tratan de ahogarla. Este nuevo intento de asfixia hace a uno
avergonzarse de la España rancia y patriótica de banderola, de la Catalunya que
desprecia al Estado, así como de los políticos que alientan esta confrontación desde ambos extremos;
pero también me lamento de todos los ingenuos que, en contra de España o de Catalunya, son víctimas
de un señuelo que, lamentablemente, sigue siendo obscenamente eficaz.
Finalmente el juez asignado ha suspendido
cautelarmente la prohibición, así que las ‘esteladas’ que ondeen se
multiplicarán por mil respecto a lo previsto. En esta guerra que nos divide se
mantienen a salvo los incitadores al odio. El domingo habrá peleas y
enfrentamientos entre aficiones, entre sentimientos que, por culpa de esta
polémica, trascienden la mera rivalidad deportiva por un odio fraternal. Habrá peleas
entre hermanos. Esperemos que no haya muertos, aunque esto le vendría de perlas
a los desalmados que nos gobiernan.
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