Decíamos que el hartazgo social es la herramienta de que se vale la
Naturaleza para depurarse, apartando de sí lo perjudicial y sustituyéndolo por
aires renovados. También hemos afirmado que históricamente esos nuevos vientos
han sucumbido a la ambición y acabado por corromperse. El hombre, al fin, no
aspira, aún, a aplicar soluciones positivas, sino meras tiritas que mitiguen
sus cortes y arañazos.
El bipartidismo surgido de la Transición fue, en su momento histórico,
un parche que apenas valió para ‘maltapar’ una herida profunda que tenía desangrado al
país, como fue la dictadura franquista (como ocurre con cualquier dictadura). De
modo que no seré yo quien reproche a los que aliviaron al país de semejante
drama. Se hizo lo que estaba al alcance de sus posibilidades, lo cual es digno
de aplauso.
Pienso que, en el fondo, la humanidad apenas ha desarrollado una
conciencia fraternal lo suficientemente adulta como para poder aplicar las
deseadas soluciones positivas. Así, quedamos restringidos a lamernos las
heridas aplicando métodos que acabarán por pudrirse y reabrirlas.
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Viñeta de El Roto, siempre mordaz y elegante. |
Sin embargo, a los que dicen que esta es la definición de un círculo
vicioso que nos devuelve al punto de partida una y otra vez he de replicarles
que, si lo visualizamos, veremos que la vuelta al punto inicial del círculo nunca se da en
el mismo lugar de partida, sino en otro más avanzado. No sé si seré capaz de
explicar aquí, sin capacidad gráfica, esta teoría: los ciclos de corrupción–hartazgo–regeneración-corrupción se mueven como la Tierra, que simultáneamente gira sobre sí
misma sin cesar en su avance orbital alrededor del Sol. Un ciclo político-social empieza en un punto
intelectual y moral determinado, pero cuando se cierra ese ciclo, el comienzo
del siguiente se hace desde otro lugar diferente, sin duda más adelantado
intelectual y moralmente que el anterior.
El bipartidismo, pues, fue útil en un momento dado, pero acabó por
pudrirse y desangrar al país. Eso supone el fin de su ciclo. Hoy ha emergido
Podemos como regenerador de ese sistema. Respecto a la España del 78 hemos
avanzado en derechos y libertades, de modo que hoy iniciamos este nuevo ciclo
desde una posición más elevada.
Pero seamos conscientes que Podemos no es, en modo alguno, la solución
definitiva (ésta, mucho más profunda, pasa por una educación integral en valores cívicos,
éticos y solidarios para toda la población), sino un mera y dolorosa
cauterización ante la amputación salvaje de la que somos víctimas (y sólo en parte, pero también, responsables).
Podemos representa el golpe de gracia a un sistema desquiciado,
abriendo un nuevo camino a explorar, tal como hace 40 años se dio con el
establecimiento de una amplia libertad política propiciada por la Transición, algo
que hoy, cómo no, aceptamos como algo incuestionable.
Dejamos para la siguiente entrada la última entrega de esta trilogía
sobre el discurso destructivo.
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